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Cuando hablamos de ALTO VALOR, solemos referirnos a la calidad que logra la inteligencia. El arte 3D  no solo usa complejos tipos de software basados en física cuántica, si no que, además, la belleza de la simulación de la realidad es impresionante.

Hace tiempo que el 3D intenta irrumpir en el consumo masivo audiovisual, presente de forma progresiva en los dibujos animados, videojuegos o, incluso, la publicidad; pero la evolución se está haciendo a cuentagotas por las mismas barreras tecnológicas que impiden que se invierta con costes elevados y sin un ROI, Return Of Investiment (retorno de la inversión) garantizados. 

Los fondos monetarios que apoyan la innovación están siendo destinados a la propaganda política del nuevo orden dictados en la AGENDA 2030. Se pagan sueldos exorbitantes a gestores que dirigen la propaganda política, se compran contenidos de macrostock (audiovisual ultra utilizados y producidos con tecnología obsoleta) y se paga a profesionales que no están a la altura de la verdadera disrupción para lo que realmente deberían destinarse esos fondos.

El arte 3D está en pañales de la inteligencia neonata simplemente porque la sociedad no lo ha adoptado en su mundo cotidiano. Los responsables de sensibilizar la percepción de esa sociedad velan por intereses políticos o, simplemente, abaratan costes de innovación para seguir viviendo en la obsolescencia digital, mientras que el verdadero protagonista, el artista digital, observa con indignación su mundo invadido por la especulación.

Por suerte, la era verdadera era digital está a punto de llegar y lo que imaginamos ahora como una utopía será la realidad en el METAVERSO. Una realidad inmersiva repleta de experiencias indelebles que barran con la mediocridad y abran paso a los verdaderos genios, los artistas 3D.